martes, noviembre 21, 2006

Ensayo y error: buscando los medicamentos adecuados

Quienes padecemos del trastorno afectivo bipolar sabemos que es una enfermedad que se puede controlar por medio de medicamentos. Además se necesita de otras ayudas, como la terapia cognoscitiva y los grupos de apoyo, un régimen adecuado de sueño, alimentación y ejercicio. Sin embargo, son los medicamentos lo que actúan directamente sobre los neurotransmisores y nos ayudan a regular el ánimo que puede ser afectado por el estrés de la vida. Algunos de esos medicamentos nos facilitan “apagar el cerebro” para poder descansar en las noches, y otros literalmente nos levantan el ánimo cuando estamos deprimidos.

Algunas personas le tienen miedo a los psiquiatras, precisamente porque recetan ese tipo de medicinas. Piensan, ayudando a reforzar el estigma, que sólo los “locos” requieren estar medicados. Pero, como dice mi médico, ser bipolar es como ser diabético, la enfermedad se puede mantener bajo control gracias a los avances de la ciencia, en este caso, de la farmacología. Aunque los medicamentos no tienen los mismos efectos en todos los individuos, se debe reconocer que tienen efectos secundarios que pueden ser muy molestos para los pacientes, como el aumento de peso, la falta de concentración, y la resequedad en la boca. Así que encontrar el medicamento adecuado para un individuo en específico es un largo y tortuoso camino caracterizado por el ensayo y el error.

En mi caso personal, fui diagnosticado como “Bipolar II” en mayo del 2003 y empecé a tomar Epival (el nombre comercial del ácido valpróico). Sus efectos inmediatos fueron estupendos: logré dormir ocho horas seguidas y amanecer bien descansado. El resultado fue un estado de ánimo bastante estable. El efecto secundario no deseado fue un repentino aumento de peso (25 libras). Además, debía hacerme exámenes periódicos para determinar si no me dañaba el hígado.

Como a los diez meses, los exámenes revelaron algún riesgo para el hígado y parece que mi cuerpo empezó a reaccionar de tal forma que ya no me hacía efecto el medicamento. Tuve algunos episodios de hipersensibilidad a la luz y a los ruidos. Así que en consulta con mi médico decidimos cambiar de tratamiento.

Probamos entonces con la lamotrigina, pero los dolores de cabeza fueron inmediatos. Esta opción quedó descartada a las dos semanas de uso.

El siguiente medicamento a ser probado fue la gabapentina (mejor conocida en los EEUU por su nombre comercial: Neurontin). Esta me funcionó bastante bien durante casi dos años, pero su principal efecto secundario fue el aumento de peso.

El problema del peso ha sido una lucha constante. Hice una dieta durante seis meses que me ayudó a perder 15 libras. Pero la dieta también tenía efectos secundarios, pues pasar hambre me ponía de muy mal humor. Al dejar la dieta, recupere las libras en cuestión de un mes.

Por el problema del peso y porque últimamente cada mañana me despertaba con efectos de sedación (algo así como una “resaca”), decidimos con mi doctor intentar con otro medicamento. Así que entró en escena el Seroquel (nombre comercial de la quetiapina), pero el ensayo duró únicamente un mes. La “resaca” de la mañana era insoportable, no me permitía concentrarme en el trabajo y, para colmo, no dormía bien por las noches.

Así que hace una semana regresé al Epival ER. Ya me hice el examen de transaminasas. Espero que mi hígado tolere el ácido valpróico.

Mi familia, como es natural, se preocupa por los efectos secundarios. Todo mundo me pregunta por el sobrepeso (que en realidad ya es obesidad tipo I), pero no puedo explicarles a todos la razón fundamental. Así que además de lidiar con la estigmatización por tomar medicamentos, debo asumir los daños colaterales que la medicina actual puede causar al intentar controlar otro problema.

Por el momento sigo dispuesto a ensayar y a aprender de los errores.


INFORMACION:

Ácido Valpróico

Lamotrigina

Gabapentina

Quetiapina