miércoles, marzo 14, 2007

Tributo

En este mes, pero hace 18 años, una hermana de mi madre se quitaba la vida...

Ese día me desperté temprano con el entusiasmo de una actividad importante en el colegio, pues los de último año organizamos una caravana de carros para anunciar nuestra mañana deportiva, la cual sería el día siguiente.

Después de andar con mis compañeros por toda la ciudad, haciendo relajo para llamar la atención, regresé a mi casa, cansado y quemado por el fuerte sol que acostumbramos tener en marzo.

Mi sorpresa fue encontrar varios carros frente a mi casa. Eran mis otros tíos y tías que llegaron a consolar a mi mamá. Al principio no entendía lo que sucedía. Simplemente me dijeron que mi tía había muerto...

Luego, entre rumores, entendí que mi tía se había suicidado. Pero no sabía por qué. Eso lo supe hasta hace algunos años: ella padecía del trastorno afectivo bipolar.

De hecho, mi madre ya había salvado a su hermana de la muerte en una ocasión. Mi tía se había cortado las venas y mi madre llegó justo a tiempo para llevarla al hospital.

Mi tía, a la que todos recuerdan con cariño por su generosidad, había sido diagnosticada como bipolar a una edad avanzada (creo que después de los 40 años). Además, entiendo que no era muy disciplinada con su tratamiento farmacológico y vivía bajo mucho estrés debido a situaciones familiares.

Esta tragedia familiar afectó mucho a mi mamá. Ella vivió de cerca todo el proceso de mi tía, a quien acompañó en todo momento.

Desafortunadamente, mi madre parece que también tiene el trastorno. En realidad, no ha sido diagnosticada formalmente porque ella no quiere ir con un psiquiatra. Sin embargo, con mis hermanas coincidimos en que ella llena todos los requisitos para ser bipolar I. De hecho, estudiando su caso y la enfermedad es que me di cuenta que yo también soy bipolar...

Sirvan esta palabras para recordar a mi tía, quien siempre me trató con ternura y apoyó a mis padres en asuntos económicos para empezar su hogar. Descanse en paz.

viernes, marzo 02, 2007

El Apoyo se consigue Apoyando

Desde hace 4 meses formo parte de un grupo de apoyo para pacientes con trastorno bipolar, el cual fue formado por mi psiquiatra y un entusiasta paciente. Somos 7 miembros, todos con este trastorno en diversos colores y sabores.

En cuatro meses de funcionamiento el grupo ha ido tomando estructura y planteándose actividades ambiciosas para realizarlas a corto y mediano plazo. Todo parecía muy bien con el grupo pero había algo que no me terminaba de cuadrar sobre mi participación, yo quería resultados y frutos concretos para mi lucha por controlar este trastorno…… por ello había sugerido en varias ocasiones cambios en el cronograma de actividades además de haber pensado en repetidas ocasiones abandonar el grupo.

En la última reunión yo llegué con la intención de sugerir un nuevo cambio enfocado a atender y ayudar a solucionar de forma directa las situaciones de entorno que nos afectaban a cada uno. Cuando lo propuse el entusiasta paciente del que les hablaba al inicio, que hoy es sin querer serlo el coordinador del grupo, me llamó la atención sobre mis constantes sugerencias “revolucionarias”. Para él eso quedo allí, pero a mí me dejó dentro esa alerta que me hizo aprovechar mucho más la reunión y llegar a la conclusión que quiero compartir en este artículo y que se ve reflejada en su título.

Al continuar con la reunión el resto de participantes compartió experiencias de familiares que padecen la enfermedad pero no están tratados. Una de ellas compartió su experiencia actual en el ámbito profesional y familiar. Esta era muy preocupante, especialmente porque ella no ha tenido el valor para tomar decisiones que favorezcan su ambiente y, por consiguiente, ayuden al control del trastorno en su persona. Estuvimos casi una hora aconsejándola y animándola a tomar aquellas decisiones que la harían estar mejor. Esa conversación fue la última parte de la reunión. Al despedirme de mis amigos del grupo noté que esta vez no tenia ninguna objeción interna sobre haber ido, me sentía realmente satisfecho. Extraña situación, puesto que no iba con ninguna respuesta a los problemas que me aquejaban...

Fue así como me di cuenta que yo estaba asistiendo al grupo para que me dieran soluciones, sin darme cuenta que el único que puede encontrar esas soluciones soy yo mismo, no siendo el grupo más que una luz y una ayuda para aquel descubrimiento.

Pero principalmente caí en la cuenta que es muy importante el enfoque que uno le de a su participación en un grupo de esta índole. Ví como todos, al aconsejar a nuestra amiga, nos emocionábamos y demostrábamos que nuestros consejos eran ideas que estaban muy arraigadas dentro de nosotros y que, al menos en mi caso, no aplicaba en mi mismo. Estos beneficios sólo pueden obtenerse si uno sale de su propia caparazón para ayudar a otro desinteresadamente, sólo así podremos vislumbrar todo lo positivo que tenemos alrededor de aquella caparazón rota y, meditando uno poco, sabremos cómo aprovecharlo para avanzar nosotros en esta lucha y poder seguir apoyando para recibir un apoyo, buscado sin egoísmo, y dentro de un mismo interés y objetivo: VIVIR CON ESTE TRASTORNO COMO SE VIVE DURANTE TODA LA VIDA CON UNA NARIZ EN MEDIO DE LOS OJOS, POSIBLEMENTE NO MUY AGRACIADA PERO PARTE INHERENTE DE NUESTRO CUERPO Y PERSONALIDAD.

¡Gracias amigos del Grupo Bipolares Guatemala por permitirme vivir esta aventura a su lado!