Un amigo, estudioso de la sociología de la religión, me dijo hace tres meses una frase que aun resuena en mi cabeza: "El principal obstáculo para la auténtica espiritualidad es la religión".
Hoy, 24 de diciembre, trato de reflexionar un poco sobre esa frase. Recuerdo que hace un año acompañé a mi esposa y a su familia a la misa de Navidad. No la pasé muy bien. De hecho, me aburrí mucho y mi mente se la pasó criticando al cura, quien no preparó su predicación. Así que este año he decidido no acompañarles. Me quedaré en casa escribiendo estas líneas, tratando de reconciliarme con mi ser espiritual.
A veces, estas fechas son propicias para deprimirse... Los recuerdos de la niñez afectan a muchas personas. El papá ausente, o el familiar alcohólico, o alguna otra tragedia son motivo suficiente para un "bajón". Es comprensible, el contexto nos ayuda a recordar.
Sin embargo, pienso que la depresión (unipolar o bipolar) podría explicarse por el estrés intrínseco de las fiestas. Compras de regalos, tránsito insoportable, problemas financieros, peleas familiares, e incertidumbre sobre un nuevo año que se aproxima. Además, las fiestas se prestan para abusos que no nos ayudan: desvelos, consumo de alcohol, y falta de ejercicio.
Personalmente, veo que mis seres queridos se afanan en la compra de regalos. Yo mismo me siento atrapado por la ola consumista. Quisiera escapar de ella, pero no puedo. A última hora me decido a comprar algún regalito para no decepcionar a quien lo espera. Esto de satisfacer expectativas definitivamente me estresa.
Por otro lado, estos días, mi familia vive con mayor intensidad la separación de mis padres. La organización para pasar con cada uno de ellos algún tiempo de calidad y no sentirnos "malos" hijos... es todo un estrés "Clase A".
En fin, una Navidad más. Un poco de nostalgia, pero nada serio. Anoche dormí bien, gracias a las pastillas que me recetó el doctor para casos de emergencia (zolpidem, Ambien en EEUU o Stilnox en América Latina). Así que estoy de ánimo para afrontar las 12 campanadas, pero no tanto como para ir a misa.
Sigo en mi lucha contra la religión, para encontrar la auténtica espiritualidad.