Ayer fue mi primera experiencia de grupo en los EEUU. Se trata de uno organizado por la Depression and Bipolar Support Alliance. Llegan entre 20 y 25 personas el primer y tercer jueves de cada mes. La mayoría de las mismas son bipolares, aunque también había algunos unipolares (sólo depresión). Desde el punto de vista étnico, la mayoría son personas blancas, pero también había afro-americanos, asiáticos y latinos.
Dado el tamaño del grupo, hay un moderador que se encarga de dar la palabra, controlar el tiempo, y dar la bienvenida a las nuevas personas. La reunión se realiza en el aula de un hospital universitario. Tienen galletas y bebidas para todos, literatura disponible en fotocopias y hasta subsidian el costo del estacionamiento. Siempre es de 6:30 a 8:00 p.m.
La convivencia me pareció muy interesante porque cada uno expresa libremente lo que piensa para aconsejar a los demás sobre temas muy delicados. La agenda es muy flexible. Alguien propone un tema para discusión, pero cada uno puede lanzar una pregunta al resto y entorno a ella se desarrolla la conversación.
Para variar, yo empecé el diálogo preguntando sobre un producto natural que encontré en el supermercado y que promete ayudar a controlar los cambios de ánimo. No lo conocían, pero todos estuvieron de acuerdo en que el aceite de pescado, omega-3, es muy bueno. Alguien dijo que desde que lo toma no ha tenido depresión, y otro dijo que le ayuda a dormir mejor.
Se trató también el tema de los efectos secundarios del litio, como el temblor de manos. Luego se pasó a temas más serios, como la decisión de ser o no ser padres. Aquí es donde hubo opiniones que me sorprendieron. Talvez por mi cultura, pero con toda convicción la mayoría hablaba sobre la posibilidad de adoptar.
Hubo incluso momentos tensos, porque el moderador compartió su decisión pasada de dejar su carrera como abogado por ser muy estresante. Un latino dijo que no concebía esa decisión porque él es abogado y viniendo de una familia pobre no podría darse ese lujo. Entonces el primero se molestó.
Al final de la sesión, el latino me contó que esas tensiones son comunes, pues como en todo grupo surgen dinámicas por el poder. Además algunos piensan que ya lo saben todo y quieren dar consejos a todos los demás…
Lo que me gustó es la organización y el contenido de la conversación. Podemos aprender mucho sobre esta experiencia para el grupo en Guatemala. También podemos evitar sus errores. Luego les seguiré contando cómo me va en la segunda reunión.
Bitacora al servicio de todas aquellas personas que oscilan entre los extremos de la alegria y la tristeza
viernes, julio 06, 2007
lunes, julio 02, 2007
Como las gallinas
En el jardín de mi casa, cuando yo era niño, mis padres tenían un gallinero... Pero nunca ví que la gallinas mostraran expresión alguna de felicidad o tristeza. Probablemente, sólo el gallo. Esos estados de ánimo sí los ví en las caras de los "pollitos en fuga", pero porque eran gallinas humanizadas.
Mi analogía del trastorno bipolar con las gallinas tiene que ver con el ciclo del sueño. Los pollos y las gallinas se duermen cuando oscurece y se despiertan cuando sale el sol. No importa la hora. Por eso es que en las granjas productoras de huevos les ponen luz artificial, para que crean que es de día y sigan poniendo huevos. Algo así como lo que le hacen a la gente que trabaja en las maquilas...
Ahora estoy en el Hemisferio Norte y en época de verano. El sol sale muy temprano, como a las 5:50 a.m. y se mete muy tarde, como a las 8:30 p.m. Así que tenemos más de doce horas de luz solar...
Eso me pone loco. Mi cerebro, como el de las gallinas, ya no sabe lo que es día y noche según los horarios de países cercanos al ecuador. Mi mente se llena de ideas para trabajar, para hablar, para planificar... Así que me estoy durmiendo como a la media noche, cuando ya no hay luz solar y la gente alrededor se empieza a calmar.
Estoy tomando mi medicamento, pero este cambio de horario, más el estrés de una nueva vida en otra ciudad, no me están ayudando. Me cuesta despertar, lógicamente, y es hasta las 10:00 a.m. que recupero el control sobre mi cuerpo.
Bueno, espero adaptarme porque quedan dos meses de verano. También espero que en el invierno no me pase lo opuesto, es decir que lo nublado del día no me provoque depresión. Ya veremos.
Mi analogía del trastorno bipolar con las gallinas tiene que ver con el ciclo del sueño. Los pollos y las gallinas se duermen cuando oscurece y se despiertan cuando sale el sol. No importa la hora. Por eso es que en las granjas productoras de huevos les ponen luz artificial, para que crean que es de día y sigan poniendo huevos. Algo así como lo que le hacen a la gente que trabaja en las maquilas...
Ahora estoy en el Hemisferio Norte y en época de verano. El sol sale muy temprano, como a las 5:50 a.m. y se mete muy tarde, como a las 8:30 p.m. Así que tenemos más de doce horas de luz solar...
Eso me pone loco. Mi cerebro, como el de las gallinas, ya no sabe lo que es día y noche según los horarios de países cercanos al ecuador. Mi mente se llena de ideas para trabajar, para hablar, para planificar... Así que me estoy durmiendo como a la media noche, cuando ya no hay luz solar y la gente alrededor se empieza a calmar.
Estoy tomando mi medicamento, pero este cambio de horario, más el estrés de una nueva vida en otra ciudad, no me están ayudando. Me cuesta despertar, lógicamente, y es hasta las 10:00 a.m. que recupero el control sobre mi cuerpo.
Bueno, espero adaptarme porque quedan dos meses de verano. También espero que en el invierno no me pase lo opuesto, es decir que lo nublado del día no me provoque depresión. Ya veremos.
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