A uno de mis mejores amigos le conté que con otros jóvenes afectados por el Trastorno Afectivo Bipolar habíamos iniciado un grupo de apoyo mutuo. Con su agudo sentido del humor, y conociendo que la enfermedad consiste en oscilaciones de ánimo entre la euforia y la depresión, me preguntó: “¿Qué hacen durante las sesiones del grupo? ¿Unos días lloran todos juntos y otros días ríen al unísono?”
Simplemente me sonreí, pensando si su comentario no resultaba ser un poco cruel. Pero luego celebré la ocurrencia porque caí en la cuenta de que, efectivamente, podría darse el caso en que las crisis que algunos compartimos con el grupo puedan afectarles a otros. De hecho, recientemente una compañera del grupo nos contó sus problemas y al final de su mensaje dijo: “Gracias por escucharme y apoyarme, espero no haberlos deprimido.”
También, hace algunos días, me llamó otra persona del grupo para contarme su crisis, que incluso ameritó hospitalización. Me preocupé por ella, pero intenté que eso no me afectara a nivel personal, pues bastante hacemos con llevar el estrés de nuestra propia existencia.
Pensando en un caso semejante, se me ocurría que las reuniones de los bipolares corren el riesgo de ser algo así como una reunión de Alcohólicos Anónimos en un bar. Por eso se necesita cierta orientación profesional.
En nuestro caso contamos con el apoyo de un psiquiatra que nos ve a varios del grupo en su práctica privada. El nos ha dado una serie de lineamientos que sirven de orientación para que la ayuda mutua sea efectiva. Generalmente, en un grupo como éste, los miembros llegan a tener cierta confianza entre ellos para contarse sus problemas y llamarse en situaciones de crisis. Ante la llamada de una persona en crisis, quien responde debe seguir las siguientes reglas:
1. Escuchar. Se debe permitir a la persona en crisis que exprese sus sentimientos con total libertad.
2. Validar. Es importante mostrar empatía con la persona en crisis respecto a sus sentimientos. Debemos ser como un espejo que refleja lo que la otra persona siente.
3. Evaluar. Se debe preguntar a la persona en crisis el tiempo que lleva sintiéndose de determinada manera, y cómo esa situación le ha afectado en su funcionalidad en el trabajo y en el resto de relaciones sociales.
4. Recordar. Es necesario ayudar a la persona en crisis a retomar estrategias alternas para enfrentar la situación en la que se encuentra. Por ejemplo, debemos recordarles la importancia de estar ocupados y tener compañía.
5. Referir. En casos de emergencia, es decir, cuando la persona en crisis está muy afectada en su funcionalidad social (por ejemplo, deja de ir al trabajo), o tiene ideas suicidas, se debe invitar a la persona a que llame a su terapeuta.
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