En la última edición de la revista Scientific American Mind (Oct.-Nov. 2007) se publica una reseña de la película "A Summer in the Cage", producida y dirigida por Ben Selkow.
La comentarista, Corey Binns, afirma que a todos nos gustan los finales felices de las películas de Hollywood, pero que la naturaleza impredecible del trastorno bipolar evita que se pueda esperar tal desenlace de este documental.
En el mismo se sigue la vida del basquetbolista Sam Murchison, para mostrar cómo la manía y la depresión lo transforman de un exitoso administrador del dinero en un hombre desempleado, medicado, con 300 libras de peso, que teme haber heredado el mismo destino que su padre: el suicidio.
Para explicar los síntomas de la enfermedad, el director se apoyó en el trabajo y experiencia personal de la doctora Kay Jamison. Ella afirma que la alta prevalencia de la enfermedad (5 por ciento de la población) amerita que la misma se entienda mejor.
El documental se ha estrenado en el Canal Sundance.
(http://cagethemovie.com/bipolar.html)
Bitacora al servicio de todas aquellas personas que oscilan entre los extremos de la alegria y la tristeza
lunes, octubre 29, 2007
jueves, octubre 11, 2007
Llega el Litio
Por José Agustín Goytisolo
(Tomado de El País, 2 oct 07)
Mucha tristeza nunca le humilló
pero temía el hondo pozo oscuro
que él envolvió en sus aguas cenagosas.
Mucho haloperidol; pinchazos de antabús
probó electroterapia varias veces
y salió disparado hacia una vida
que ahora ya no recuerda: quince años
hasta que llegó el litio: quince años
perjudicando a todos los que amaba
pues gastó su dinero y el ajeno
en alcohol, en viajes y en delirios.
Pero el litio llegó y está en su sangre
y ahora es su compañero de por vida
hasta la oscuridad o la luz total.
(Tomado de El País, 2 oct 07)
Mucha tristeza nunca le humilló
pero temía el hondo pozo oscuro
que él envolvió en sus aguas cenagosas.
Mucho haloperidol; pinchazos de antabús
probó electroterapia varias veces
y salió disparado hacia una vida
que ahora ya no recuerda: quince años
hasta que llegó el litio: quince años
perjudicando a todos los que amaba
pues gastó su dinero y el ajeno
en alcohol, en viajes y en delirios.
Pero el litio llegó y está en su sangre
y ahora es su compañero de por vida
hasta la oscuridad o la luz total.
Un carrusel de emociones
Por Rafael Perez Ybarra
El País (2 oct 07)
Los pacientes con trastorno bipolar alternan los síntomas depresivos con fases de manía hiperactiva y creativa.
Geniales y creativas o tristes y depresivas. Las personas que sufren un trastorno bipolar viven en un carrusel continuo de emociones que potencian su creatividad para sumirlas posteriormente en una depresión profunda, que incluso puede conducirles al suicidio. Casi un 2% de la población mundial (más de 800.000 personas en España) vive en este permanente tiovivo de emociones. Sin embargo, la mayoría de los afectados lo ignora, porque en un gran porcentaje de casos "el diagnóstico correcto tarda un media de 10 años en realizarse", asegura Nassir Ghaemi, director del Programa de Investigación sobre Trastorno Bipolar de la Universidad de Emory de Atlanta (EE UU).
Se cree que el 40% de las personas que sufre un trastorno bipolar está mal diagnosticado, en su mayoría como enfermos depresivos unipolares. La causa principal de este error, explica Ghaemi, radica en que "la depresión es un síntoma muy común en ambos casos". No es la misma enfermedad, "aunque se puede afirmar que el trastorno bipolar es otro tipo de depresión", añade.
"Un único episodio de manía basta para diagnosticar un trastorno bipolar", sostiene Ghaemi. Pero para ello hay que conocer la presencia previa de episodios de manía o hipomanía, y esto no es nada fácil, según este especialista, pues el propio paciente no lo reconoce: "Casi el 50% de los bipolares no reconocen haber sufrido episodios de manía, especialmente cuando se encuentran en la fase depresiva".
El problema es que un mal diagnóstico conlleva un tratamiento incorrecto. "En el trastorno bipolar", explica Ghaemi, se usan estabilizadores del ánimo y antiepilépticos, "que tienen eficacia a largo plazo, tanto en manía como depresión aguda". Sin embargo, los antidepresivos, muy útiles en depresión unipolar, "sólo sirven en menos del 20% de los pacientes", afirma, por lo que si hay un mal diagnóstico, "los enfermos pueden empeorar".
En cerca de un 30% de los individuos mal diagnosticados y mal tratados con antidepresivos, la enfermedad progresa más rápidamente. Y lo que es peor, sin un tratamiento correcto los pacientes pasan por situaciones extremas. Prueba de ello es que en la fase de depresión, el paciente llega a pensar que no merece la pena vivir, pudiendo llegar al suicidio. "Un 20% de los afectados se suicida en fases depresivas agudas", afirma Ghaemi.
Puede decirse que el desorden bipolar ha empezado a definirse hace apenas 30 años y ha sido gracias a las aportaciones de Kay R. Jamison, psicóloga y profesora de psiquiatría de la Universidad Johns Hopkins (EE UU), que abordó, como especialista, el problema de la bipolaridad en su libro Una mente inquieta. No era la primera vez que trataba en un ensayo aspectos relacionados con la depresión, pero sí la primera que se proponía a sí misma como caso, contando su propia y estremecedora experiencia como enferma maniaco-depresiva. Una experiencia que la puso en condiciones de vivir en su propia carne los infiernos de ese mal tan universal y, al mismo tiempo, tan mal conocido.
Después escribiría Tocados por el fuego, una obra que explora la relación entre el trastorno bipolar y la creatividad. En este libro comenta que algunas figuras históricas y artistas como Lord Byron, Winston Churchill o Virginia Wolf, para los estándares del día de hoy, podrían fácilmente ser considerados bipolares.
Menos conocido, pero asimismo recomendable para apreciar lo que es el día a día de una persona con desorden bipolar, es la película documental The Devil and Daniel Johnston, que descubre la fascinante y terrible historia del cantautor norteamericano Daniel Johnston, un genial compositor, cantante y artista maniaco depresivo a quien las drogas y su bipolaridad llevan a imaginarios encuentros con el diablo.
Y es que el trastorno bipolar es un carrusel en el que los episodios depresivos se ven interferidos por la aparición de fases de euforia, hiperactividad anómala e irritabilidad, es decir, las llamadas fases de manía, que también significa locura. Estas fases de exaltación, alegría desenfrenada o irritabilidad y grosería "alternan con otras etapas de depresión intensa, con bajo estado de ánimo, incapacidad para disfrutar, falta de energía, ideas negativas y, en casos graves, ideas de suicidio", afirma Ghaemi.
Lo más semejante a los efectos del trastorno bipolar, explica, "son los que produce la cocaína", pues se piensa que el episodio de manía es "una fase de sobreactividad de dopamina o noradrenalina, y la cocaína genera una actividad muy fuerte de dopamina".
Ghaemi reconoce que durante las fases de manía, "más que una enfermedad, el trastorno bipolar puede parecer una virtud, un don", porque permite hacer cuatro o cinco cosas al mismo tiempo. Se produce una fuga de ideas permanente, una mayor creatividad y confianza en sus posibilidades. La fase maniaca se caracteriza por emociones y conductas que son "análogas al proceso creativo", como una sensibilidad más acentuada, una mayor fluidez, facilidad y frecuencia de pensamientos, una concentración aguda o una capacidad de rendir con pocas horas de sueño.
En ciertas personas con trastorno bipolar las características maniacas mejoran su creatividad, mientras que la fase depresiva se caracteriza por introspección, reflexión y dolor intenso, "algo que puede añadir profundidad y significado al trabajo creativo". Esto justificaría, aunque parcialmente, la profunda creatividad que se observa en muchas personas con trastorno bipolar. No obstante, advierte Ghaemi, la hipomanía "es una ayuda en el trabajo, pero dura poco y se acompaña de una depresión que se puede prolongar durante meses".
La lista de personas que han padecido enfermedad bipolar es muy extensa: escritores como Balzac, Hemingway, Dickens, Baudelaire, Tennessee Williams, Emily Dickinson, Poe o Emile Zola; músicos como Mahler, Schumann, Tchaikovsky o Kurt Cobain, y pintores como van Gogh o Jackson Pollock. Pero, como recuerda Ghaemi, la mayoría de las personas con trastorno bipolar no son genios.
No sólo el diagnóstico supone un problema para el trastorno bipolar. Se sabe que la enfermedad tiene un origen genético. Uno de cada cinco padres de personas afectadas sufre también esta enfermedad, y el 10-15% de los familiares padecen alteraciones del carácter, aunque tampoco se tiene mucha información acerca de los mecanismos biológicos o ambientales que causan estos cambios ciclotímicos.
Para Ghaemi, "los ritmos circadianos o relojes biológicos están relacionados con esa alternancia de estados de ánimo". Los pacientes bipolares tienen un ritmo circadiano más veloz de lo normal, con una duración inferior a 24 horas. Por eso duermen menos y tienen más energía. Sin embargo, apunta, "este es sólo un factor biológico implicado en el trastorno bipolar, pero no podemos decir que es la causa. Hay otros factores en investigación, como las proteínas G y los segundos mensajeros, que son proteínas neuronales implicadas en los procesos de sinapsis".
Tampoco se ha avanzado mucho en los tratamientos. "Tradicionalmente se ha utilizado con buenos resultados el litio", apunta el profesor Ghaemi, aunque hay otros medicamentos que están dando buenos resultados. También se aconseja la psicoterapia, y hoy día se recomienda vivamente que las personas con desórdenes bipolares cuenten con una red de apoyo.
El País (2 oct 07)
Los pacientes con trastorno bipolar alternan los síntomas depresivos con fases de manía hiperactiva y creativa.
Geniales y creativas o tristes y depresivas. Las personas que sufren un trastorno bipolar viven en un carrusel continuo de emociones que potencian su creatividad para sumirlas posteriormente en una depresión profunda, que incluso puede conducirles al suicidio. Casi un 2% de la población mundial (más de 800.000 personas en España) vive en este permanente tiovivo de emociones. Sin embargo, la mayoría de los afectados lo ignora, porque en un gran porcentaje de casos "el diagnóstico correcto tarda un media de 10 años en realizarse", asegura Nassir Ghaemi, director del Programa de Investigación sobre Trastorno Bipolar de la Universidad de Emory de Atlanta (EE UU).
Se cree que el 40% de las personas que sufre un trastorno bipolar está mal diagnosticado, en su mayoría como enfermos depresivos unipolares. La causa principal de este error, explica Ghaemi, radica en que "la depresión es un síntoma muy común en ambos casos". No es la misma enfermedad, "aunque se puede afirmar que el trastorno bipolar es otro tipo de depresión", añade.
"Un único episodio de manía basta para diagnosticar un trastorno bipolar", sostiene Ghaemi. Pero para ello hay que conocer la presencia previa de episodios de manía o hipomanía, y esto no es nada fácil, según este especialista, pues el propio paciente no lo reconoce: "Casi el 50% de los bipolares no reconocen haber sufrido episodios de manía, especialmente cuando se encuentran en la fase depresiva".
El problema es que un mal diagnóstico conlleva un tratamiento incorrecto. "En el trastorno bipolar", explica Ghaemi, se usan estabilizadores del ánimo y antiepilépticos, "que tienen eficacia a largo plazo, tanto en manía como depresión aguda". Sin embargo, los antidepresivos, muy útiles en depresión unipolar, "sólo sirven en menos del 20% de los pacientes", afirma, por lo que si hay un mal diagnóstico, "los enfermos pueden empeorar".
En cerca de un 30% de los individuos mal diagnosticados y mal tratados con antidepresivos, la enfermedad progresa más rápidamente. Y lo que es peor, sin un tratamiento correcto los pacientes pasan por situaciones extremas. Prueba de ello es que en la fase de depresión, el paciente llega a pensar que no merece la pena vivir, pudiendo llegar al suicidio. "Un 20% de los afectados se suicida en fases depresivas agudas", afirma Ghaemi.
Puede decirse que el desorden bipolar ha empezado a definirse hace apenas 30 años y ha sido gracias a las aportaciones de Kay R. Jamison, psicóloga y profesora de psiquiatría de la Universidad Johns Hopkins (EE UU), que abordó, como especialista, el problema de la bipolaridad en su libro Una mente inquieta. No era la primera vez que trataba en un ensayo aspectos relacionados con la depresión, pero sí la primera que se proponía a sí misma como caso, contando su propia y estremecedora experiencia como enferma maniaco-depresiva. Una experiencia que la puso en condiciones de vivir en su propia carne los infiernos de ese mal tan universal y, al mismo tiempo, tan mal conocido.
Después escribiría Tocados por el fuego, una obra que explora la relación entre el trastorno bipolar y la creatividad. En este libro comenta que algunas figuras históricas y artistas como Lord Byron, Winston Churchill o Virginia Wolf, para los estándares del día de hoy, podrían fácilmente ser considerados bipolares.
Menos conocido, pero asimismo recomendable para apreciar lo que es el día a día de una persona con desorden bipolar, es la película documental The Devil and Daniel Johnston, que descubre la fascinante y terrible historia del cantautor norteamericano Daniel Johnston, un genial compositor, cantante y artista maniaco depresivo a quien las drogas y su bipolaridad llevan a imaginarios encuentros con el diablo.
Y es que el trastorno bipolar es un carrusel en el que los episodios depresivos se ven interferidos por la aparición de fases de euforia, hiperactividad anómala e irritabilidad, es decir, las llamadas fases de manía, que también significa locura. Estas fases de exaltación, alegría desenfrenada o irritabilidad y grosería "alternan con otras etapas de depresión intensa, con bajo estado de ánimo, incapacidad para disfrutar, falta de energía, ideas negativas y, en casos graves, ideas de suicidio", afirma Ghaemi.
Lo más semejante a los efectos del trastorno bipolar, explica, "son los que produce la cocaína", pues se piensa que el episodio de manía es "una fase de sobreactividad de dopamina o noradrenalina, y la cocaína genera una actividad muy fuerte de dopamina".
Ghaemi reconoce que durante las fases de manía, "más que una enfermedad, el trastorno bipolar puede parecer una virtud, un don", porque permite hacer cuatro o cinco cosas al mismo tiempo. Se produce una fuga de ideas permanente, una mayor creatividad y confianza en sus posibilidades. La fase maniaca se caracteriza por emociones y conductas que son "análogas al proceso creativo", como una sensibilidad más acentuada, una mayor fluidez, facilidad y frecuencia de pensamientos, una concentración aguda o una capacidad de rendir con pocas horas de sueño.
En ciertas personas con trastorno bipolar las características maniacas mejoran su creatividad, mientras que la fase depresiva se caracteriza por introspección, reflexión y dolor intenso, "algo que puede añadir profundidad y significado al trabajo creativo". Esto justificaría, aunque parcialmente, la profunda creatividad que se observa en muchas personas con trastorno bipolar. No obstante, advierte Ghaemi, la hipomanía "es una ayuda en el trabajo, pero dura poco y se acompaña de una depresión que se puede prolongar durante meses".
La lista de personas que han padecido enfermedad bipolar es muy extensa: escritores como Balzac, Hemingway, Dickens, Baudelaire, Tennessee Williams, Emily Dickinson, Poe o Emile Zola; músicos como Mahler, Schumann, Tchaikovsky o Kurt Cobain, y pintores como van Gogh o Jackson Pollock. Pero, como recuerda Ghaemi, la mayoría de las personas con trastorno bipolar no son genios.
No sólo el diagnóstico supone un problema para el trastorno bipolar. Se sabe que la enfermedad tiene un origen genético. Uno de cada cinco padres de personas afectadas sufre también esta enfermedad, y el 10-15% de los familiares padecen alteraciones del carácter, aunque tampoco se tiene mucha información acerca de los mecanismos biológicos o ambientales que causan estos cambios ciclotímicos.
Para Ghaemi, "los ritmos circadianos o relojes biológicos están relacionados con esa alternancia de estados de ánimo". Los pacientes bipolares tienen un ritmo circadiano más veloz de lo normal, con una duración inferior a 24 horas. Por eso duermen menos y tienen más energía. Sin embargo, apunta, "este es sólo un factor biológico implicado en el trastorno bipolar, pero no podemos decir que es la causa. Hay otros factores en investigación, como las proteínas G y los segundos mensajeros, que son proteínas neuronales implicadas en los procesos de sinapsis".
Tampoco se ha avanzado mucho en los tratamientos. "Tradicionalmente se ha utilizado con buenos resultados el litio", apunta el profesor Ghaemi, aunque hay otros medicamentos que están dando buenos resultados. También se aconseja la psicoterapia, y hoy día se recomienda vivamente que las personas con desórdenes bipolares cuenten con una red de apoyo.
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