El fin de semana pasado fui con mi esposa y amigos a escuchar un concierto de la temporada navideña. Un clásico: El Mesías de Handel. Aunque no soy creyente, no me molesta para nada escuchar música sacra. ¡El Aleluya de este oratorio es una obra de arte! Al escucharlo, uno entiende por qué el Rey George II de Inglaterra se puso de pie cuando se entonó por primera vez en público.
En dicho concierto llegó a presentarse un hombre de unos 40 años de edad. Nos preguntó si eramos estudiantes de la Universidad. Al minuto de estar hablando me di cuenta que él es bipolar y estaba un poco maníaco, seguramente por la música. Al segundo minuto ya nos estaba preguntando si alguno de nosotros iba con el psiquiatra. Yo le respondí que sí. Luego dijo que él es bipolar y cuando le conté que yo también su nivel de emoción aumentó. Más aún cuando resultó que vivimos en el mismo vecindario de una gran ciudad. ¿Cuál era la probabilidad?
Mi esposa no logró mantener la atención a una conversación demasiado acelerada. Yo sí. Me contó varias cosas interesantes. Que su hermano era un escritor muy talentoso (lo calificó de genio), pero que estaba internado en un hospital. Que probablemente su condición de bipolares les venía de su madre. Y que él también era muy talentoso, poeta y músico. También me compartió que está buscando tratamientos alternativos para mejorar. Así salió el tema de la armonización de las ondas del cerebro. Me recomendó ver este sitio de la empresa que hace precisamente eso en los EE.UU.
http://www.brainstatetech.com/ [English]
http://www.omnicrece.com/neurobalance/ [en Castellano, México]
Hoy le dediqué un poco de tiempo a explorar el sitio. Y sí, me parece interesante y bastante convincente. Lo digo porque hace casi un año un primo que sabe mucho sobre sabiduría Oriental me explicó como funcionan los mantras a nivel del cerebro. Por eso me suena lógico lo de sincronizar o balancear el cerebro con música o sonidos apropiados.
Además, recientemente he estado leyendo sobre el origen cognitivo del instinto religioso (la espiritualidad, no las religiones como instituciones formales y estructuradas, basadas en el dogma de una "verdad" supuestamente revelada). El autor del libro (The Faith Instinct by Nicholas Wade) explica que las primeras manifestaciones religiosas del Homo sapiens se puede encontrar en evidencia arqueológica de hace unos 50 mil años. Dicha evidencia parece indicar que la música y la danza fueron las expresiones religiosas de entonces. Daban cohesión a las comunidades de cazadores y recolectoras, vital para enfrentar amenazas externas y, en definitiva, para la sobrevivencia.
Dice Wade que despúes de unas ocho horas de música y danza con los ritmos apropiado, algunos personas pueden entrar en trance. Seguramente esas experiencias dieron paso a la noción de trascendencia, al abrirse una ventana hacia un nivel de conciencia distinto. Lo cierto es que la música tiene un efecto importante en nuestro cerebro y, por consiguiente, en nuestra vida.
¡Pero hay que tener cuidado! ¿Quién no recuerda el episodio de manía que desató la música de Beethoven (9a Sinfonía, conocida como "Himno a la Alegría") en el pobre Mr. Jones (Richard Gere, 1993)? A veces me pasa algo de eso. Lo confieso.
1 comentario:
yo solía ir a las temporadas completas de la Sinfónica. Me gusta además de Bethoveen, Tchaikoski y Chopin. Me sentaba en un apartado del balcón uno y dejaba que la euforia o la tristeza se fueran con la sección de cuerdas. Era genial. Ahora también escucho ambient. Ese género me tranquiliza. Saludos.
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